29.8.09

EMMANUELLE, QUE RECUERDOS AQUELLOS

Debo reconocer que en mis escarceos adolescentes con el erotismo tuvo un peso importante la interminable saga de Emmanuelle, con Sylvia Kristel. Recuerdo aquellos viernes en que Telecinco, recien nacida, proyectaba a partir de las 24 horas de la noche toda una colección de cine caliente, cine erótico. Los que no teníamos el plus, nos contentábamos con esas sesiones de feliz voluptuosidad. En casa siempre pretextaba tener pendientes algunos deberes, o querer terminar de leer algún libro para trasnochar. Sospecho que mis padres sabían que se cocinaba… afortunadamente no quisieron para mí la educación pacata, puritana, de odio al cuerpo, hipócrita y cruel que a ellos les tocó vivir.


Emmanuelle, qué recuerdos.

Diógenes el cínico alababa a los peces porque, más inteligentes que el hombre, se frotan el vientre sobre un material áspero tan pronto como sienten - dice -la necesidad de eyacular. No estoy por comprobar ahora si hay alguna base biológica en esta afirmación - sospecho que no - pero la idea del pez masturbador es altamente atractiva. Los primeros cristianos se identificaban con el pez, pero el suyo no tenía nada que ver con el pez de Diógenes. Como la noche al día. El pez cristiano es un pez castrado.

Carpe Diem, quam minimum credula postero: “Disfruta del presente, dando el mínimo crédito al porvenir”, glosa la undécima Oda del primer libro de Horacio.

Lógica masturbatoria, exceso que necesita desbordarse, mecánica de los fluidos que se han de equilibrar. Catarsis del cuerpo necesaria, leemos en ese gan libro que es la “Teoría del cuerpo enamorado” de Michel Onfray.

En fin, me parece que estoy divagando. En el blog de despotrikator se diría que estoy transitando por los psiconanismos. Magnífico término. ¡Me fastidía no haberlo descubierto yo!

Y diréis que qué relación tiene todo esto con “Gilda, Gilda”, título del post. El caso es que esta tarde vamos a comentar la película en el Ateneo, y lo que Emmanuelle fue a la adolescencia de los que nacimos en la década (en mi caso finales) de los 70, Gilda lo fue en la década de los 50.


Ya puse con anterioridad en el blog la gran escena. Esta es una segunda versión - presente en la película de Charles Vidor - Pero en vez de erotismo para todos, público, en escena, aquí hay onanismo para uno solo. En exclusiva para Glenn Ford.

La película volvió loco a medio mundo. El código Hays americano empezó a tambalearse. Las sotanas del Vaticano se escandalizaron (externamente, internamente… a saber). En España fue casi una cuestión de Estado y la censura no dio abasto. Hubo incluso grupos de integristas frente a los cines para impedir la entrada a los mismos. Una escena que se sigue repitiendo: bien está que uno quiera ser meapilas para sí, pero que no nos exija a los demás que lo seamos.

Gilda pues. Rita Hayworth. La bofetada más sonora del cine. Strip-tease del brazo ¡qué imagen!. Esta tarde en el Ateneo. Put the blame on mame…


http://blogs.tercerainformacion.es/victorcasco/2009/08/27/gilda-gilda/

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