9.3.09

Teatro contra el estupor político

Un mundo en presunta decadencia -el de la depredación paisajística y los estragos del dinero- y la potencia del sexo y el amor se hermanan, vía espectáculo, en la inauguración del free spa As dunas, punto de arranque de la última producción del Centro Dramático Galego en la temporada 2008-2009, estrenada el viernes en el Salón Teatro de Santiago.

La obra, sobre un texto de Manuel Lourenzo dirigido por Quico Cadaval, contentó al público como lo hizo Noite de Reis, dejando aparte los debates sobre el lugar del teatro de riesgo, dentro y fuera de la compañía pública. Lourenzo, el mayor exponente vivo de la Xeración Abrente, quiso hacer "algo diferente" sobre un terreno conocido, como en A estratexia do narco. En este caso, el paisaje barbarizado de la costa de Lugo. "El protagonista bien podría ser real", señala. Florencio Pardo (Rodrigo Roel), que monta un espectáculo erótico-cultural para legitimar su spa, construido sobre la punta de un castro, es un megalómano doméstico.

Lo que se dice un personaje alegórico. "Su única grandeza podría provenir de la locura", dice Cadaval, que habla de las fuentes del humor en la obra de Lourenzo. "As dunas no es una comedia", sostiene con seriedad. "Puede dar risa por ser cómica, irrisoria o grotesca". "En este sentido, el gran ídolo de Manuel es Otero Pedrayo, que era modernísimo. Hay una manera de reírse del dolor, la enfermedad y la familia en Otero que también está en la obra de Lourenzo".

No hubo problemas de autoría entre el de Ferreira do Valadouro y el cómico ribeirense. "Fui escrupulosamente fiel al texto original", explica Cadaval. "El autor me dijo que hiciese lo que me viniera en gana". La primera versión de Lourenzo duraba cuatro horas, hasta que decidió "cortar por lo sano" y dejarlo en diez intérpretes. Cadaval trabajó sobre esa versión. Si el Premio Nacional pensó en free jazz para conducir la pieza, al final se optó por música africana, que permite mezclar coreografías de funaná y morninhas -"fado, pero menos drástico"- con sampleados de rap político. La nave industrial abandonada que debía reunir a constructor, política (Susana Dans), funcionario realista (Evaristo Calvo) y artistas más o menos mercenarios, acabó desechándose por economía escénica.

El balneario, en esta ocasión, no es el que reunía a Jasón y Medea en Últimas faíscas de setembro, sino un moderno centro de evasión con la estética setentera -entre Berlín y el neorrealismo- de algunas películas de Darío Argento. La mano de Baltasar Patiño en la escenografía y la producción musical de Bernardo Martínez, con números de danza a cargo del angoleño Paulo Oliveira, aquí burelés, Christian Escuredo e Iria Pinheiro, además de un Manuel Cortés convertido en maestro de ceremonias en la descacharrante proclama fuck & folk como estrategia de mercado, funcionan perfectamente integrados en el espectáculo. La alegría física, eso sí, quizá deja demasiado abiertas las partes narrativas de As dunas.

Entre sus clínicas visibles, el marco es siempre actual. Desde el arribismo como adaptación al medio a la mansedumbre del pensamiento ecologista. El "paraíso perdido" de Lourenzo no volverá cuando se le convoque, pero acaba mostrando su autonomía. Amante del escarnio, propio y ajeno, el terrorismo cultural y la filosofía que ayuda a vivir, el dramaturgo lugués deja la "respuesta" para el final.

"Esa melancolía tiene que venir de algún lado. Yo es que tengo una visión del mundo pesimista, pero dinámica". La misma respuesta le vale para aludir a los cambios que afectarán a la escena gallega tras las elecciones. Antes de recibir la ovación del teatro lleno, con políticos salientes y civiles haciendo cábalas sobre el futuro, ahora que no se sabe si seguirá habiendo premios nacionais, Lourenzo imagina propuestas de "reconstrucción". "Confieso mi estupor y mi voluntad de participar", resume. As dunas permanecerá en el Salón Teatro hasta el 2 de abril, antes de iniciar una gira por ocho ciudades gallegas.

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