16.2.09

El porno: mercancía, simulacro e individualismo social

Se mira mucho y habla poco. Para algunos, es refugio de fantasías que no pueden concretar con sus parejas; para otros, estimulación adictiva para el coito. Las nuevas generaciones ya lo producen en celulares o en camaritas digitales. El porno, en silencio, invade la cotidianeidad social. ¿Qué nos está pasando con el cuerpo?, ¿Habremos caído en la abulia de la seducción?, ¿Hasta donde Internet es una herramienta de transformación cultural positiva?


Tres obras literarias clásicas de contenido porno-erótico leí en mi vida: La primera, “Memorias de una princesa Rusa” (Sileno Editorial. Bs. As. 1993) de autor anónimo, probablemente escrito entre 1796 y 1800, relata los caprichos sexuales de la princesa Vávara Softa, propietaria de una legión de siervos, hombres y mujeres, bajo el reinado de su madre Catalina II “La grande” en La Rusia Imperial. Una especie de versión femenina del Marqués de Sade.

La segunda, “Filosofía en el tocador” (Tusquets, Bs. As./2000) del Marqués de Sade, escrita en 1795, trata de las formas de iniciación sexual que imparten un caballero y una Madame a dos jovencitos, a los cuales se van sumando otros, en un amplio baño de un palacio. Escrita en siete diálogos ardientes más un manifiesto “a los libertinos”, Sade esgrime una defensa del libertinaje sexual sin precedentes para la época, así como una feroz crítica a la doble moral burguesa, propia de la clase que influyó en la revolución de 1789, a la vez que para conservar su poder frente al proletariado campesino, a quienes reprime duramente, tomará elementos ideológicos de la nobleza. Como no podría ser de otro modo, el marqués, por entonces será encarcelado y luego sometido a un hospicio.

La tercera, “El decamerón” (selección de cuentos. Biblioteca Pagina 12 -33- ) de Giovanni Boccaccio, adaptada al cine por el polémico Pier Paolo Pasolini en 1971, consta de una serie de cien relatos cortos publicados a mediados del siglo XIV. La excusa de la obra es la peste negra que azota a Florencia hacia 1348, de la cual han huido siete mujeres y tres hombres, refugiándose en una posada confortable. Cada uno deberá contar diez relatos de diferente temática bajo tres ejes: los religiosos, la riqueza y las experiencias sexuales hot de las señoras de alta sociedad.

Sexualidad, perversidad y política

En el cine, no podemos omitir la maldita película de Pasolini: “saló o los 120 días de sodoma” (1975), último film del director italiano, adaptación de la obra literaria del Marqués de Sade, a partir del cual, se especula, le valió su asesinato por la crítica más extrema que se haya conocido contra el fascismo. En la República fascista de Saló, el director recrea la obra en un mar de perversiones agonistas de parte de funcionarios del régimen. Pasolini fue asesinado el 2 de noviembre de 1975, en un burdel. El uso que Pasolini hizo del erotismo, la violencia y la depravación humana en obras como 'Porcile' (1969), 'El Decameron' (1971) y especialmente su última película, 'Saló o los 120 días de Sodoma', le enemistaron con la Iglesia Católica y con los sectores conservadores de la sociedad italiana.
Hay otros escritos de época donde sexo, libertinaje y lujuria constituyen las excusas para retratar la sociedad del momento, fundamentalmente, orientadas a destripar la conciencia hipócrita que imponían los clérigos, la doble moral burguesa y el autoritarismo. No obstante, las tres obras mencionadas, fueron prohibidas en su época durante décadas.

Otro trabajo descollante será el que Peter Brook llevara al cine: la obra de teatro de Peter Weiss, cuyo título original es “Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representados por el grupo teatral de la casa de salud de Charenton bajo la dirección del señor de Sade”. Sí, así de largo, aunque comúnmente conocida como “Marat-Sade”. El Marqués de Sade, encerrado en el hospital psiquiátrico de Charenton, dirige una obra teatral, representada por los propios enfermos, en la que se recrea la muerte del jacobino Jean-Paul Marat. La película de 3 horas de duración es un delirante retrato que confunde realidad y ficción, a la vez que permite descifrar a través de los diálogos, las posiciones políticas, religiosas e ideológicas posrevolución francesa.

Pornografiando con el celular

En la era audiovisual, cada vez es más difícil toparse con un libro que relate sesiones de erotismo y pornografía. Si bien se editan, la predominancia tecnológica se impone, por tanto, el erotismo literario queda cercado en un refugio del consumo para algunos que ponderan la fantasía del relato sobre la imagen. Algún que otro cuento de Bukowsky en “se busca una mujer” (Anagrama, Barcelona 1990), recuerdo “amor por 17,50$”, no precisamente pornográfico pero con algunos atisbos del género o de Jorge Asís, tampoco estrictamente porno –se me ocurre “la manifestación” (1971) donde relata experiencias orgiásticas con militantes trotskistas en los años 70.

Ahora sí, por Internet, se divulgan miles de blogs, especies de confesionarios que cuentan intimidades lujuriosas al por mayor. Las revistas de sexo explícito, si bien siguen editándose contra la corriente multimedia, fueron siempre guarida para adolescentes en plena era masturbatoria o arrimo para esposos que buscaban estimulación para el coito. Mientras, la extensa trayectoria del cine XXX y las páginas en Internet, han ganado por millones de kilómetros la carrera a los anteriores formatos.

El porno es un género, primero literario, y luego cinematográfico. Este último tiene una larga tradición, especialmente en los EEUU, mayor productor y consumidor mundial del género. Hay directores de culto por estos años que en la historia del cine ya entraron al Olimpo. Son desconocidos para el gran público –se me ocurre porque lo menos que uno puede recordar si ve una película porno es el nombre del director y el de los actores-.

Hace unos años la televisión satelital incorporó canales “pay per view”, apuntando a un público masivo. ¿Quienes consumen estos formatos nuevos?, bueno, parece que no hay mucho que decir. Son los sectores de más altos recursos, quienes además de tener DirecTV o alguna señal por cable, se pueden dar esos “lujitos” de cierta burguesía lujuriosa, “a dios rezando y con el porno evacuando”.

Del porno gráfico a la red y de allí a la webcam, el antiguo consumidor se está convirtiendo en productor y en sujeto porno. Son aquellos que filman fellatios y los suben a la web o realizan una puesta lésbica con una camarita digital. Lo que comúnmente en los sitios XXX se les denomina porno casero. En términos del filósofo Michel Foucault (Historia de la sexualidad, 1976) diríamos: la exhibición de “las sexualidades periféricas”.

¿Qué es el porno entonces?; les ofrezco la descripción del sociólogo Cristina Ferrer:

“Un tipo especial de belleza femenina es homenajeada, a su manera, por la pornografía. Es la intimidad despatarrada: las contorsiones imposibles; la mirada lujuriosa o impenetrable; la boca en cuarto creciente desplazando a las demás facciones; la voz enfatizada hacia el ronroneo o la procacidad; las piernas disparadas hacia ángulos inverosímiles; la lengua puesta a hablar por sí misma; la actitud de irónica sumisión o de urgencia hormonal; la sonrisa triunfante o perversa; el pecho ceñido con dos garras; la cola desenfundada sin tapujos; las exclamaciones y jadeos que parecen emitidos como por un altavoz vúlvico o anal; el cuerpo arrastrado por el piso; en fin, la derrota del pudor. Es la belleza que florece en los burdeles, la que germina primordialmente desde la parte de "animalitas" de la condición humana. La pornografía es la fiesta de los minotauros: mitad humanos, mitad animales salvajes”.

El porno como mercancía artística

La multiplicidad de expresiones del porno y el erotismo tienen base en la explosión cultural de los sesenta. La utopía de la revolución sexual, la bandera del sexo libre, tuvo eco en los países centrales especialmente. Ese contexto, llamaremos “libertario”, se transformó en el humus cultural para el desarrollo del negocio erótico y la pornografía. En algunos países como Holanda, la exhibición del mercado carnal constituyó un paradigma que irradió al mundo occidental valores de aceptación de las sexualidades periféricas. El sexo, será mercancía capitalista.

El famoso “barrio rojo” en Amsterdam da cuenta de ello. En vidrieras, al mejor estilo comercial, uno puede encontrar la oferta sexual más variada: sex shops, sexo en vivo en mini salas, cine triple X, mujeres de todos los continentes que tras el vidrio se muestran, hacen señas, posan e invitan al paseante. Pude comprobarlo personalmente –viví 4 meses allí en el año 1990- y deambular por esas callecitas con locales apretados, atestadas de turistas. Por la zona, uno de los mayores atractivos es el “Museo del Sexo” en la calle principal del micro centro de la ciudad. Algo así como si en la galería caracol de calle San Martín tuviéramos un Museo del Sexo mendocino. http://www.sexmuseumamsterdam.nl/index2.html

Los españoles, tras la “movida madrileña” posfranquista de los 80, vivieron la experiencia del destape sexual. Hoy es uno de los lugares de referencia para la oferta turística. Mirá la guía del ocio que ofrecen los españoles:
http://www.guiadelocio.com/superespeciales/mostrarespecial.cfm?id_super=7538&plantilla=10592&referente=0
Por estos días, una particular muestra de arte en una galería de Viena ha causado revuelo, justamente por exhibir objetos y obras que tienen foco en la temática porno.
http://www.mdzol.com/mdz/nota/103396
Lo cierto es que el mundo pornográfico revela una especie de hiperrealidad, comunica fríamente lo que antes pertenecía al terreno de la pasión y el secreto, la seducción y el ritual social. Como planteó el sociólogo francés Jean Baudrillard: “En muchos casos, nuestra imaginería erótica y pornográfica, toda esa panoplia de senos, nalgas y sexos, no tiene más sentido que éste: expresar la inútil objetividad de las cosas. La desnudez sólo sirve como intento desesperado para subrayar la existencia de algo. El culo no es más que efecto especial. Lo sexual no es más que un ritual de la transparencia. Antes había que esconderlo, hoy en cambio sirve para esconder la raquítica realidad, y también para participar, claro está, de esta pasión desencarnada”.

No hay comentarios: